
Entre lágrimas y esperanza, cristianos de Jerusalén recuerdan al difunto Francisco

Las lágrimas y un sentimiento de esperanza se mezclan entre la multitud compacta que acude a la misa de réquiem por el papa Francisco, celebrada el miércoles en el Santo Sepulcro, en la Ciudad Vieja de Jerusalén, uno de los sitios más importantes del cristianismo en el mundo.
"El papa nos dio esperanza y la conservaremos para siempre, incluso en esta difícil situación en Palestina", comenta Na’ma Tarsha, una jubilada originaria del monte de los Olivos, en las alturas de Jerusalén Este, la parte oriental de la ciudad ocupada y anexionada por Israel desde 1967.
Arreglada con esmero y vestida completamente de negro, esta mujer de 75 años quiso unirse a la oración organizada para el papa, fallecido el lunes a los 88 años.
"Vine porque seguía sus desplazamientos y esta misa por él, en una iglesia con la tumba vacía -de la que estamos orgullosos porque llama a la resurrección- es un símbolo magnífico", destaca.
Llena de gente el miércoles, la Basílica del Santo Sepulcro fue construida, según la tradición, en el sitio donde los cristianos sitúan los episodios de la crucifixión de Jesús, su sepultura y su resurrección.
"Me puse triste (al enterarme de la muerte del papa) pero siento paz porque sé que está llamado a resucitar, como Jesús", subraya.
Más temprano en la mañana un desfile de sotanas, del marrón al beige según las órdenes religiosas, cruzó las anchas puertas del edificio.
Entre aromas de incienso, scouts, monjas, fieles locales y algunos peregrinos extranjeros se acercaron con la esperanza de encontrar un asiento.
– Una misa muy especial –
Precedido por dos "kawas", guardias vestidos con librea de jenízaros de la época otomana -portando sables y bastones ceremoniales-, el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, entró en la iglesia seguido por responsables religiosos cristianos y diplomáticos.
Mientras el órgano comenzaba a sonar, besó la piedra de la unción a la entrada de la iglesia antes de colocarse su birreta de cardenal.
Viajará a Roma en los próximos días, al igual que el resto de los cardenales, para los funerales del papa y las deliberaciones sobre su sucesión.
"Podría ser el próximo (papa) pero lo necesitamos aquí", indica un cristiano palestino que no quiso dar su nombre, pero afirmó apreciar los llamados a la paz de monseñor Pizzaballa.
"Estamos consternados aunque sabíamos que el papa estaba enfermo", añade, recordando el compromiso de Francisco con sus compatriotas.
El pontífice argentino había multiplicado sus denuncias contra la guerra en Gaza, que lleva más de 18 meses en curso.
Otros creyentes también recuerdan su visita a Israel y los Territorios Palestinos en 2014, durante la cual visitó el Santo Sepulcro.
La liturgia es presidida por el patriarca pero también por un cardenal ucraniano.
En la asamblea algunos ven en esta celebración oficiada por dos eclesiásticos provenientes de países en guerra una alusión al mensaje de paz del papa sudamericano.
Arthur Trusch, que forma parte de un grupo de jóvenes voluntarios en distintas instituciones religiosas de Tierra Santa, detalla que no podía perderse el evento a pesar de ser evangélico —rama del protestantismo que no reconoce la autoridad del papa—.
"Es una misa muy especial", comenta este alemán de 20 años, voluntario en un monasterio en Jerusalén.
"Ver a todas estas personas reunidas por el papa y en torno al patriarca, es conmovedor", asegura.
I.Moreau--PS